Las vidrieras de la Catedral de Chartres son un monumento a la capacidad humana de innovar y a la de armar ilusiones y esperanzas por una causa. Cristales que cuentan historias santas, pero que también esconden otras menos nobles. Vidrios decorados con un azul imposible que son testimonios de una revolución que cerró tinieblas y abrió luz y color para un nuevo tiempo y una nueva fe. Así te lo cuentan los cristales de Chartres.

Los vitrales de la Catedral de Chartres ocupan una superficie realmente enorme, 2.600 metros cuadrados, todo vidrio, y nervaduras de plomo para sostener las piezas. En total, 172 ventanales de diferente formato que permiten la entrada de luz natural al interior del templo gótico, pero, sobre todo, reproducir vívidamente escenas clave de la Biblia y de la vida de los santos. Con ellas, se buscaba ilustrar, impresionar y hasta amenazar a los fieles sobre la verdadera fe única que promovía la Iglesia Católica. Las vidrieras cuentan historias, son literatura en clave de formas, luz y color.

Las escenas de trabajos profesionales medievales que menudean en las representaciones se han de interpretar como un apoyo a las clases que hicieron posible la culminación de la obra de un templo de dimensiones colosales que literalmente hubo de ser reconstruido tras un incendio que arrasó el edificio original en 1194.

Si la aplicación de las revolucionarias soluciones constructivas góticas fue un atrevimiento de consecuencias en su momento imprevisibles en la Catedral de Chartres, los vitrales le van a la zaga. El gran impulsor de la reconstrucción de la catedral fue un obispo de la época del incendio, Fulberto de Chartres, quién convenció a la gente de Chartres de la importancia de la reconstrucción tras el incendio.

El manto de la Virgen

En la Catedral de Chartres, se conservaba un manto de la Virgen María, una reliquia sagrada que atraía a fieles en peregrinación desde todos los rincones de la Cristiandad. Desaparecido el manto entre las llamas, Fulberto de Chartres elaboró un plan para reencontrar la reliquia.

Sin el manto, la catedral no volvería a tener peregrinos, sin viajeros no habría actividad económica en los puestos situados en los muros del templo donde el obispo cobraba sustanciosas rentas por ellos, sin actividad económica no habría fondos para la reconstrucción.

En una apoteósica escenificación digna de una película de época, Fulberto de Chartres pronunció una emocionante alocución a los vecinos congregados en la que les reveló la aparición del manto. La reliquia inició las obras y en ella no sólo participaron todos los ciudadanos de Chartres de forma voluntaria, sino también los peregrinos que se sentían obligados a llevar las piedras del templo al pie de la obra y a las manos de los alarifes que la levantaban.

Fullberto de Chartres siempre tuvo claro que su catedral no iba a ser nunca como las demás. Los vitrales son un ejemplo de su decisión, su tamaño y el uso de un tono especial, el ‘azul de Chartres‘, un color nuevo en la paleta de los vidrieros difícil de conseguir, difícil de elaborar. Un capricho también muy calculado del obispo que quería siempre originalidad para su nueva catedral.

El ‘azul de Chartres‘ que domina sobre todos los colores en las cristaleras decoradas de la catedral se conseguía con el uso del cobalto, una mena complicada de tratar que resultaba, además, tóxica para quien la manipulaba.

Los vitrales más antiguos de la Catedral de Chartres están fechados entre los años 1205 y 1240, aunque hay algunos del siglo XIV y del XV, y muy pocos, de entre 1144 y 1151 y que se confeccionaron para la abadía de Saint-Denis de Chartres y que acabaron en la capillas del ábside de la catedral.

Las iglesias anteriores románicas eran sólidas, de gruesos muros, y, como consecuencia de ello, con pocas aberturas en sus paredes para la colocación de ventanas que no se diferenciaban mucho de las saeteras de las fortalezas medievales.

El gótico adopta el arco apuntado, bóvedas de crucería y toda una serie de módulos de descarga exteriores que desvían el peso de techumbres más ligeras. La fórmula constructiva del gótico permite crear muros y paredes más delgadas en las que, ahora sí, se pueden abrir ventanales.

Este sistema constructivo coincide con un cambio en la filosofía y en el mensaje de la Iglesia que abandona los discursos de finales apocalípticos, de oscuridades y tinieblas para llevar un nuevo sentido vital a los fieles que encuentran luz y color en los templos en lo que se identifica con un adelanto de una nueva vida después de la vida.

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Vitral de la Notre Dame de  la Belle Verrière.
Vitral de la Notre-Dame de la Belle Verrière, Nuestra Señora de la Bonita Vidriera.
Autor

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona. Periodista, redactor, comunity manager e informador gráfico, residente en Las Palmas de Gran Canaria, y colaborador en diferentes medios locales de las Islas Canarias y españoles.

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