El Árbol de Diana es una maravilla natural, un coloso de la naturaleza, que crece en un parque al oeste de París, en la distrito de Yvelines y a dos pasos de Versalles y sus palacios. Se trata de un sicomoro plantado por una de las cortesanas favoritas del rey francés Enrique II, Diana de Poitiers. De ahí su nombre.
El edificio del Ayuntamiento de Versalles tiene un encanto especial, una distinción formal a la que no fue ajena la existencia de los grandes palacios de la ciudad a los que se quiso imitar.
Pièce d’eau des Suisses, la Parte de Agua de los Suizos, es una enorme extensión de aguas retenidas situadas en un estanque a cielo abierto en el lado sur del Palacio de Versalles. Recuerda el nombre de quienes excavaron el lugar para crear la balsa de agua, miembros de un regimiento de guardias suizos del rey Luis XIV que lo completaron entre los años 1679 y 1684.
Versalles te ofrece un museo, una exposición única, que literalmente te tocará las narices. Se trata de la Osmoteca, una biblioteca de perfumes en la que podrás encontrar aromas históricos, perfumes de reinas y de emperadores, olores que te llevarán a un mundo de esencias.
El Gran Salón de los Espejos del Palacio de Versalles fue para muchos científicos -y algún que otro charlatán de turno- una verdadera subida a los altares de la ciencia. Y es que ese era el lugar elegido por los reyes absolutos de Francia para ver las últimas novedades de la ciencia de su reino.