Los museos grandes, las pinacotecas famosas, las hemos visto en multitud de formatos que nos han dejado descubrir sus mejores contenidos aún antes de poner el pie en ellos y plantarnos frente a sus colecciones. Cuando lo hemos hecho, hemos reconocido al natural lo que ya sabíamos de lejos. Eso nos ha pasado con ‘La Gioconda’ y el Louvre, ‘Las Meninas’ y el Prado o con el mismo ‘Guernica’ de Picasso.
Lo que tiene visitar un museo menor del que apenas se conoce su contenido, que además nos puede hasta resultar cultural o geográficamente ajeno, es que podemos caer en la sorpresa, pasar de sorpresa de una sala a la otra, descubriendo lo inesperado. Me ha pasado un buen puñado de veces.