Cuando pensamos en visitar Holanda, seguramente nos vienen inmediatamente a la mente ciudades como Ámsterdam, Róterdam o La Haya. Todas ellas son ciudades muy conocidas y turísticas (cada una con su encanto) pero en este caso quiero presentaros otra ciudad muy especial, tal vez, mucho menos conocida pero no por ello menos importante e interesante, todo lo contrario.
Los quesos holandeses tienen fama por su calidad tan homogénea, por su consistencia y por su aspecto peculiar amarillo y por su sabor. Decir queso holandés es imaginar a los Gouda, Edam o Maasdam tradicionales.
El secreto de esa calidad está en los prados en los que pacen las vacas, tierras arcillosas de hierbas siempre frescas y húmedas. Los holandeses ya hacían esos quesos en el 800 AC, lo dicen los arqueólogos, y Julio César, hace más de dos mil años, ya decía que aquellas tierras bajas producían buen queso. Entre nosotros, creo que Julio César fue el primer bloguero que escribió sobre las costumbres de Holanda y para su público romano.