El Castillo de la Zuda (o de San Juan) de Tortosa está declarado Bien Cultural de Interés Nacional. Fue construido en el siglo X bajo el califato de Abderramán III. Era una alcazaba, un recinto fortificado de carácter urbano para defender no solo la ciudad sino su territorio de influencia.
Turtusha durante un tiempo fue uno de los Reinos Taifas de al-Andalus. En el recinto de la fortaleza residía un Gobernador y albergaba una guarnición que conformaba un pequeño barrio militar, con sus viviendas y servicios, constituyendo una verdadera ciudadela. Parece ser que originalmente alternaba torres defensivas de planta cuadrada con trozos de muralla.
A raíz de la conquista de Tortosa por parte de Ramon Berenguer IV a finales de 1148 el castillo pasó a ser residencia primero de los Montcada y posteriormente, gracias a una donación de Alfonso II de los caballeros templarios. También hizo de este lugar su residencia el Rey Jaime I “El conquistador”. Justamente des de aquí se hicieron los preparativos para la posterior conquista de Morella, Peñíscola y Burriana.
Cuando en 1294 Tortosa pasó definitivamente al dominio de la corona Catalano-aragonesa la Zuda se convirtió en Palacio Real y se le añadieron nuevas salas y elementos defensivos. Durante la época en que el infante Ferran fue Marqués de Tortosa, el castillo pasó a su propiedad, pero lo recuperó poco después el Rey “Pedro el Ceremonioso”. En ese momento se abordaron importantes obras de reforma. Durante los siglos XV al XVII se hicieron múltiples modificaciones por motivos defensivos según los acontecimientos históricos que se produjeron en la ciudad.
De la época islámica se conservan el trazado y los basamentos de las murallas y también el enorme pozo -o zuda– excavado en el interior del recinto a catorce metros de profundidad, que proveía de agua el castillo y del cual toma su nombre todo el conjunto. En él confluyen numerosas galerías subterráneas que acogían mazmorras, un molino y dos hornos.
De época medieval se conservan igualmente los arcos de acceso al recinto, la nave del polvorín, el patio de armas, una sala con ventanas trifoliadas, y las mencionadas galerías subterráneas.
Del conjunto destacan dos torres: una de forma circular denominada Túbal (o punta dl Diamante) situada sobre la catedral, en el extremo del montículo donde se asienta el Castillo. Desde aquí se observan unas esplendidas vistas del río Ebro y de toda la ciudad de Tortosa.
La otra torre es de forma cuadrada y se incluía en lo que era el palacio real. Por su asentamiento en la roca las torres adquieren una gran altura, superando los diez metros.
Pero debajo de esta extraordinaria fortificación andalusí y medieval descansan los restos de un antiguo poblado íbero y de una acrópolis romana. En la misma entrada del recinto también se descubrió una necrópolis a cielo abierto de época islámica, la única conocida por el momento en Catalunya.
Después de años de abandono, durante la Guerra Civil se acabó de destruir el recinto. Fue a principios de la los años setenta del siglo XX que se empezaron los trabajos de restauración y reconstrucción para albergar el Parador Nacional de Turismo. Des de la llamada Punta del Diamante o torre de Túbal se observan unas esplendidas vistas del río Ebro y de toda la ciudad de Tortosa.