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Edimburgo

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En un lugar de lo más concurrido de la ciudad de Edimburgo, los ciudadanos de cierta edad a los que les gusta figurar o llamar la atención y no pocos turistas advertidos harán por carraspear para sacar un escupitajo y manchar el suelo. Un gesto cargado de cierta autoridad y nobleza.

¿Nobleza escupir en el suelo? Pues sí, un gesto que allí no se considera falta, que no está penado por las ordenanzas municipales y que se puede decir que pone una nota continuista a una tradición de siglos. Pero no vale escupir en cualquier lado, de lo que se trata es de tirar a dar sobre el Corazón de Midlothian con desdén y flema escocesa.

Roma no se hizo en un día, ya lo dice el dicho, se construyó a lo largo de generaciones y su imperio se apuntaló con infinidad de  leyes y obras, civiles unas, militares otras.

No hay ciudad europea, africana o asiática que no saque pecho cuando el descubrimiento de muros romanos enterrados puede convertirse en reclamo turístico. Otras ciudades se contentan con un patrimonio muchísimo menor, pero también hacen orgullo de monedas y ánforas naufragadas dos mil años atrás. Roma sigue teniendo mucho tirón popular.

Uno de esos lugares periféricos donde Roma dejó huella lo justo fue Escocia. Tierra de frontera, la Muralla de Adriano fue el limes británico con el que Roma quiso dejar en su rincón a las tribus de los belicosos pictos del norte allá por los primeros años de nuestra era.

A nosotros, las gentes  del sur, los que tenemos como horizontes el Mediterráneo y las costas más cálidas del septentrión de Europa; los viajes al frío eterno y a los climas lluviosos de las tierras del norte, del verdadero norte europeo, nos seducen. Bueno, sólo para disfrutarlos por un corto periodo de tiempo en la confianza de que regresaremos con recuerdos y agradables descubrimientos y experiencias de viaje a nuestros tiempos soleados.