Jerez es famosa por sus vinos, por las exhibiciones de doma española, por los laureles y las gestas de su circuito de motociclismo, por sus fiestas y por sus celebraciones religiosas y templos con historias cristiana y árabes. Si no me he dejado nada, ese es el listado básico de su patrimonio cultural que los foráneos reconocemos como jerezano.
Pero hay que plantarse en Jerez para ver que la ciudad nos puede ofrecer más. Mucho más. Tanto como trasladarnos a través de un túnel del tiempo con el tiempo de otros tiempos.