Jerez es famosa por sus vinos, por las exhibiciones de doma española, por los laureles y las gestas de su circuito de motociclismo, por sus fiestas y por sus celebraciones religiosas y templos con historias cristiana y árabes. Si no me he dejado nada, ese es el listado básico de su patrimonio cultural que los foráneos reconocemos como jerezano.
Pero hay que plantarse en Jerez para ver que la ciudad nos puede ofrecer más. Mucho más. Tanto como trasladarnos a través de un túnel del tiempo con el tiempo de otros tiempos.
Para mí fue una sorpresa, por ejemplo, descubrir en los Museos de la Atalaya, una colección muy especial. Especial por su denominación, especial por su contenido. Me refiero al Museo del Tiempo, una exhibición permanente de la Fundación Andrés de Ribera que acoge una colección de relojes de época. Para mí auténticas joyas, en lo artístico y en lo técnico que tienes que ver.
La colección de relojes del Palacio del Tiempo de Jerez se considera una de las diez mejores de su tipo de toda Europa. Su creación no es del todo reciente, data de 1973, y es el resultado de un legado, el de la colección particular de la Condesa viuda de Gavia que los había heredado anteriormente.
El Palacio del Tiempo se abrió con la relación de modelos de relojes antiguos de la condesa, 152; que luego se ampliaron al año siguiente con otras 74 piezas y en 1977 con 76 nuevos relojes antiguos. En la actualidad, el número de piezas relojeras supera ya las trescientas.
Los relojes de cuerda antiguos se construían siguiendo diferentes métodos, en unos casos, con diseños tipo trasladados a la superficie de los relojes como motivos, inspiraciones, temas y decoraciones; y, en otros, utilizando técnicas relojeras para ofrecer la misma función básica, dar la hora con más precisión y medios.
Así, se conocen escuelas antiguas de hacer relojes inglesas, italianas, suizas, austriacas, alemanas y, por supuesto, francesas. Y así, es como se ofrece una parte del contenido en el Palacio del Tiempo de Jerez, siguiendo los desarrollos históricos de cada una de esas escuelas relojeras.
Hay salas de relojes franceses, con sus épocas; de relojes ingleses y los de los demás países repartidos entre la parte dedicada a los relojes únicos y de bolsillo y el taller relojero.
Por cierto, en el taller relojero podrás encontrar una colección de bastones antiguos que forma parte también del legado original del museo y que es otra de sus secciones curiosas. Y si te despistas por la zona, podrás disfrutar de un ambiente de recogimiento natural en los jardines franceses que rodean al palacio, los Jardines de La Atalaya. Y más, un Museo del Vino anejo, el de los Misterios de Jerez [sic].
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