Todas las ciudades arman su fisonomía básica en el imaginario colectivo sobre la base de sus lugares icónicos. Los que forman lo primero que nos viene al recuerdo cuando mentamos la ciudad. En la capital argentina, uno de esos iconos es el Obelisco de Buenos Aires, que, por más señas, representa, de alguna manera, lo mejor y lo menos mejor de la forma de ser y de convivir de los argentinos. Y es que su historia es un ejemplo evidente de las fuerzas latentes del ser argentino.
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