La ciudad de Roma está llena de detalles que hacen las delicias de los viajeros más curiosos. Su patrimonio histórico artístico está literalmente en la calle o es accesible para los viajeros, a la vista o al alcance. Afuera, esculturas, formas arquitectónicas se deshacen en trampas estéticas para las miradas sensibles; dentro, en los interiores, las oportunidades de recrear el gusto por lo pequeño se queda sin límites.
Tal vez sea el carácter latino de los italianos, estetas que llevan el gusto por la composición en la sangre; tal vez sea por un instinto natural, por querer ver y mostrar otro lado de la realidad de una Roma que se puede ver igual de grande en sus pequeñeces.