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Glasgow

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Roma no se hizo en un día, ya lo dice el dicho, se construyó a lo largo de generaciones y su imperio se apuntaló con infinidad de  leyes y obras, civiles unas, militares otras.

No hay ciudad europea, africana o asiática que no saque pecho cuando el descubrimiento de muros romanos enterrados puede convertirse en reclamo turístico. Otras ciudades se contentan con un patrimonio muchísimo menor, pero también hacen orgullo de monedas y ánforas naufragadas dos mil años atrás. Roma sigue teniendo mucho tirón popular.

Uno de esos lugares periféricos donde Roma dejó huella lo justo fue Escocia. Tierra de frontera, la Muralla de Adriano fue el limes británico con el que Roma quiso dejar en su rincón a las tribus de los belicosos pictos del norte allá por los primeros años de nuestra era.

¿Nunca te has planteado hacer una cima nacional? Sí, me refiero subir a la montaña más alta de un país y dejar constancia fotográfica de la hazaña. Un reto que en el caso de algunos picos, y bajo unas condiciones nada especiales, puede resultar una cuestión al alcance de los menos experimentados. Lo que te sugiero es hacer algo de senderismo, no mucho, ascender, hacer cima, y luego regresar con el corazón henchido por la gesta personal.

La cima más alta de Holanda tiene apenas 300 metros de altura sobre el nivel del mar, pero hay poco mérito en su escalada. Sin embargo, la cumbre de Gran Bretaña ya es otra cosa.

El Ben Nevis, situado en Escocia, a poca distancia de Glasgow, tiene una cima que está coronada por una altura de 1.344 metros sobre el nivel del mar. Es el techo de Gran Bretaña. El Ben Nevis, y esa es una de sus gracias, mantiene algunas rutas de ascenso asequibles para completarse en verano.

Una de las cosas que más me gusta de la ciudad de Glasgow no tiene nada que ver con su patrimonio cultural, con sus edificios, sino con su ambiente. Entendámonos, me refiero a algo tan común como el tiempo atmosférico. Glasgow es una ciudad del norte de Gran Bretaña y, como es lógico, no es difícil que la encuadremos sin darle muchas vueltas entre las más brumosas y frías con las que podemos compararla. Se nos antoja como otra Edimburgo sombría.

Pues no, Glasgow no es así. Y por éso este comentario en su favor. Tiene un clima local que no se corresponde con su posición geográfica y, para los que la vamos a ver con espaciada frecuencia, se trata de una bendición. Porque Glasgow tiene un clima parecido al de las ciudades del centro de Gran Bretaña. Una visita a Glasgow en primavera y, sobre todo, en verano, es, por ese motivo, singular, toda una experiencia.