Autor

Sergio Suarez

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Barcelona fue una ciudad romana de segundo orden que vino al mundo como colonia con la autorización y el beneplácito del emperador Augusto, en el siglo I antes de Cristo. La población fue lugar de reasentamiento de tropas veteranas que encontraron retiro en ese trozo de costa.

La refundación de la colonia como ciudad comercial mediterránea estuvo muy vinculada a la producción de vino y a este emperador, tanto, que a su muerte, y como hicieron otras muchas nuevas poblaciones, le dedicaron culto y homenaje perpetuo.

¿Qué sabes de Pisa? Sí, la Pisa de Italia ¿Qué te viene a la memoria cuando se habla de ese destino turístico? Pues, sí, decir Pisa es casi mentar la Torre. Pocos monumentos de fama mundial tienen un apellido de lugar de procedencia que parece inseparable.

De la Torre de Pisa, te voy a comentar lo que puedes leer en cualquier guía dedicada, pero también algunas curiosidades que te propondré buscar para animarte a viajar a Pisa. Sí, una pequeña ciudad con encanto italiano del norte.

Una visita a un lugar histórico de grandes proporciones como un casco urbano, un castillo o un sitio arqueológico nos obliga a realizar ejercicio. Si queremos ver todo, tendremos que caminar.

Roma, las Ruinas de Cartago, el centro de Florencia, Manhattan…, y tantas otras localizaciones del mapa de imaginario de visitas turísticas globales las podremos recordar por lo que caminamos para descubrir sus valores sobre el terreno.

Te traigo a estas líneas uno de esos sitios que forman parte de un recorrido  establecido, marcado, muy longitudinal, recto. Me refiero a la Freedom Trail de Boston, el ‘Camino de la Libertad de Boston’.

Las obras de arte antiguas más frágiles tienen un atractivo especial, llegan a nuestras manos o a nuestra vista con un currículum de avatares, y, en ocasiones, sólo verlas es parte de la sensación milagrosa que evocan.

Ese es exactamente el caso de una pieza excepcional que se disfruta por partes y que tiene, si me permites la salvedad, mucho de cómic. Te invito a conocer una obra medieval única.

Se trata del Tapiz de la Creación de la Catedral de Girona. Me encanta la complejidad de un trabajo de bordado del siglo XI que representa nada menos que 34 escenas religiosas, pero de una manera no convencional.

Londres es una ciudad que se siente orgullosa de su pasado imperial, de lo que hicieron sus prohombres por la ciencia, por acercar lo remoto al estudio científico.

Así, Darwin es una estrella universal, Greenwich un lugar de peregrinación a un ombligo científico del mundo británico y el Museo de Historia Natural de la capital, un rastro de ese pasado esplendor cultural.

En otras partes del mundo, la museografía moderna ha dejado paso a una forma de mostrar el pasado natural en la que todo se toca, se huele, se mueve. Para vivir el conocimiento como experiencia.

Me fascinan las cuevas. Son lugares ajenos a la luz, llenos de sombras equívocas,  a veces de agua y de olores muy particulares, y en las ocasiones ideales, también se dejan ver cubiertas de estalactitas y estalagmitas que les dan un aspecto evocador, como el de bóvedas policromadas y columnas de catedrales antiguas.

Si tengo que recomendarte algunas, las más conocidas de Mallorca, la del Drach, la de Artà, pero si te voy a ser sincero, prefiero la Cueva dels Hams, en mallorquín ‘de los arpones’, cerca de Porto Cristo, en la parte oriental de la isla ¿El motivo? Menos aglomeraciones de público, y unos minúsculos detalles repartidos por el suelo que te invito a descubrir, fósiles de una fauna ya desaparecida.

¿Nunca te has planteado hacer una cima nacional? Sí, me refiero subir a la montaña más alta de un país y dejar constancia fotográfica de la hazaña. Un reto que en el caso de algunos picos, y bajo unas condiciones nada especiales, puede resultar una cuestión al alcance de los menos experimentados. Lo que te sugiero es hacer algo de senderismo, no mucho, ascender, hacer cima, y luego regresar con el corazón henchido por la gesta personal.

La cima más alta de Holanda tiene apenas 300 metros de altura sobre el nivel del mar, pero hay poco mérito en su escalada. Sin embargo, la cumbre de Gran Bretaña ya es otra cosa.

El Ben Nevis, situado en Escocia, a poca distancia de Glasgow, tiene una cima que está coronada por una altura de 1.344 metros sobre el nivel del mar. Es el techo de Gran Bretaña. El Ben Nevis, y esa es una de sus gracias, mantiene algunas rutas de ascenso asequibles para completarse en verano.

Berlín tiene infinidad de museos y una actividad cultural tan intensa y variada que podría decirse que la ciudad duerme sobre los laureles de su arte. Y los turistas que la disfrutan.

Una oferta cultural que puedes encontrar fácilmente en los contenidos del portal Viajaraberlín.com en la dirección http://www.viajaraberlin.com/, te la recomiendo.

Pero, lejos de la cultura y el arte más académico y oficial, hay toda una serie de exposiciones que abren un hueco en la ciudad de Berlín, no tanto a lo popular, como a lo que yo llamaría, populachero. Exposiciones, museos que valoran los turistas con menos pretensiones o que ofrecen alternativas a los que buscan encontrar algo original, fuera de lugar o chocante.

Un lugar con encanto y con valores añadidos cerca de Roma, sobre todo en verano, es Ostia. Bueno, en realidad una de las dos Ostias, la bulliciosa, balnearia y playera, de clubs náuticos, nacida de los fastos mussolinianos, de terrazas atestadas de domingueros romanos y de turistas de sol y playa; y la otra, la que te quiero contar, la Ostia Antica, la que se derrama entre restos derruidos y semisepultados que se corresponden con la ciudad portuaria de la Roma antigua.

Ostia Antica era una colección de viviendas, almacenes, tiendas, molinos harineros, bares, más almacenes, templos de cultos exóticos, todavía más almacenes, largas avenidas y calles empedradas, un puerto hexagonal y numerosos espigones para estibar las cargas procedentes de todo el imperio y un rosario.., sí, de más almacenes.

Una visita a Venecia imprescindible es dejarse caer por el Barrio de Rialto, por sus pasajes estrechos. Rialto viene de Rivoaltus, una denominación elocuente del valor antiguo de la zona, una de las pocas que estaban a suficiente altura en la ciudad cuando se producían las crecidas del invierno en la laguna veneciana.

En el Barrio de Rialto está el famosísimo puente del mismo nombre. Una fotografía  abrazado a una de las pilastras del pasaje porticado del Puente de Rialto es una imagen romántica que cualquiera que vaya a visitar Venecia se ha de traer en la  maleta. Sí, sé que es un tópico ¿pero no me digas que en el fondo no tiene su encanto?

La moda de los parques temáticos no para de extenderse. Están pensados para entretener, para divertir, están diseñados para un turismo familiar y no dejan de reproducirse a sí mismos con nuevas experiencias basadas en diferentes tecnologías a cual más efectista.

Islas artificiales dedicadas a países como las de los Emiratos Árabes, centros que apelan al mundo audiovisual  o parques de aventuras americanos que ofrecen naturaleza y entretenimiento son algunas de las fórmulas más llamativas de sus originales puestas en escena.

Sin embargo, hay  otros parques temáticos que no se venden como tales que dejan un rastro, creo que más profundo y duradero en el visitante.

Son los que yo llamaría parques temáticos históricos que consisten en agrupaciones de elementos patrimoniales unidos por un mismo tema y que representan una inmersión en un mundo ajeno, distante en el tiempo, menos efectista que los parques temáticos de aguas y toboganes, pero con un atractivo igual de singular.

Los museos grandes, las pinacotecas famosas, las hemos visto en multitud de formatos que nos han dejado descubrir sus mejores contenidos aún antes de poner el pie en ellos y plantarnos frente a sus colecciones. Cuando lo hemos hecho, hemos reconocido al natural lo que ya sabíamos de lejos. Eso nos ha pasado con ‘La Gioconda’ y el Louvre, ‘Las Meninas’ y el Prado o con el mismo ‘Guernica’ de Picasso.

Lo que tiene visitar un museo menor del que apenas se conoce su contenido, que además nos puede hasta resultar cultural o geográficamente ajeno, es que podemos caer en la sorpresa, pasar de sorpresa de una sala a la otra, descubriendo lo inesperado. Me ha pasado un buen puñado de veces.

Me encantan los símbolos, y más si son antiguos, si tienen tradición, y, al verlos o al tocarlos, no me resulta difícil abandonarme a la idea de volver atrás en el tiempo. Los símbolos vivos creo que nos ayudan a dar la mano a los protagonistas del pasado, de nuestro pasado. En unos casos, esos ecos nos llegan de personas ancianas, en otras, son objetos que se sienten como reliquias.

En Estados Unidos, en un rincón de la ciudad de Filadelfia, en un espacio reservado del  Independence National  Historic Park,  se levanta  el Liberty Bell, que alberga uno de esos símbolos únicos conmovedores, que para el turista es una atracción, pero para el norteamericano de cualquier condición representa un ideal.

La ciudad de Colchester es una ciudad inglesa del noreste de Londres, situada a algo menos de cien kilómetros de la capital. Es de esas ciudades medianas en las que lo inglés, las tradiciones y su historia, parecen mostrarse en cada calle, en cada rincón. En Colchester me quedo con su castillo convertido en un interesante museo.

El Castillo de Colchester me fascina porque es una gran componenda de pistas de trozos de la historia de Gran Bretaña.  Hay infinidad de detalles que lo convierten en un escenario principal de algunos de los sucesos que recogen los libros de historia.

A ver si lo descubres. Madrid tiene un monumento muy significativo que se pisa, puedes ponerte encima, saltar o, si quieres, bailar y nadie te dirá nada. Hasta puede resultar gracioso y apropiado que lo hagas.

Se trata de uno de los lugares, uno de los puntos, ‘obligados’ de la capital de España para hacerse una foto de recuerdo y para certificar que se ha estado verdaderamente en Madrid. Por más señas, el lugar es un hito y es único ¿qué es?

Bueno, supongo que viendo la foto que acompaña a este comentario ya lo has descubierto. Sí, es el Kilómetro Cero de Madrid, una inscripción a los pies del reloj de la Puerta del Sol, sí, el de las campanadas de fin de año, del que se dice que es el centro de España.

El Támesis es el río más largo de Gran Bretaña, con 346 kilómetros, todos lo conocen por su tramo más urbano, el que atraviesa Londres y se deja pasar por más de cuarenta puentes, pero pocos visitantes que acuden a la capital se les ocurre buscar el lugar de nacimiento en la campiña del Condado de Gloucestershire, o como mínimo, ir aguas arriba para verlo más salvaje, turbulento y agresivo.

Pero en vez de proponerte acercarte a las fuentes del Támesis, prefiero indicarte una parte del río igualmente natural y con un atractivo especial, extensa para que disfrutes de una visita programada a tu aire, te propongo una visita al Estuario del Támesis.

Hace años visité Lucca, una ciudad mediana, de calles estrechas, medieval y renacentista, rodeada con una monumental muralla y situada a unos ochenta kilómetros de Florencia. Y, aunque no te lo creas, lo hice pasando precisamente por Florencia, pero sin parar en ella ¿Un pecado? Tal vez. Pero la experiencia de visitar Lucca me cautivó. Para mí, primero fue Lucca y luego, más tarde, Florencia.

Lucca es más pequeña, más ‘manejable’, se deja ver mejor que Florencia en un viaje de verano en pleno mes de agosto, llena de turistas que acuden a los mismos lugares y a las mismas horas.

Francia es un estado aconfesional, sus ciudadanos hacen gala de ello, y, París, su capital, lo demuestra no haciendo ostentación de cultos o de encuentros religiosos en lugares públicos. La religión en París queda para dentro de las iglesias. Lo curioso es que la ciudadanía de París es multicultural, multirreligiosa, y, si bien, no hay una gran visibilidad en la calle de incluso las confesiones más mayoritarias, también es cierto que templos no faltan.

Si preparas un viaje a Madrid, haz un hueco para ver un trozo del ‘Muro de la Vergüenza’ que se levanta en la capital. Sí, como lo lees, un pedazo del Muro de Berlín rescatado y exhibido con su decoración peculiar. Te cuento algo de esta historia.

A finales del mes de noviembre de 1989, el mundo se sorprendía atónito del trabajo tenaz  de ‘los pájaros carpinteros del Muro’ como se conocía a los improvisados operarios que demolían con mazas los restos del Muro de Berlín y ante las cámaras de televisión.

El Trabant fue un coche utilitario oficial producido en la Alemania Democrática entre 1957 y 1991 que representó un máximo en la producción industrial de aquel país. Hoy es pieza de coleccionistas y centro de todo un delirio del tuneado de coches raros que fascina a muchos aficionados a las cuatro ruedas.

Un coche pequeño, diminuto, con líneas antiguas que, en teoría, tenía capacidad para cuatro adultos, y que era la risa de los alemanes del oeste. El utilitario Trabant era todo un prodigio de la contaminación y de la ineficiencia técnica, producía entre cinco y nueve veces más contaminantes que un coche normal de su tamaño en Occidente y, por si fuera poco, su consumo de combustible era privativo.

Todas las ciudades arman su fisonomía básica en el imaginario colectivo sobre la base de sus lugares icónicos. Los que forman lo primero que nos viene al recuerdo cuando mentamos la ciudad. En la capital argentina, uno de esos iconos es el Obelisco de Buenos Aires, que, por más señas, representa, de alguna manera, lo mejor y lo menos mejor de la forma de ser y de convivir de los argentinos. Y es que su historia es un ejemplo evidente de las fuerzas latentes del ser argentino.

Roma es una ciudad llena de encantos por descubrir. Tiene como todas las capitales del sur, mucho de la creatividad y de la extroversión que se les supone a los latinos. Creo que se podría hacer un recorrido monográfico por los excesos de la capital del Tíber. Excesos del tiempo de los romanos, de la época clásica, excesos de ayer mismo.

Voy a comentar uno que creo ajustado a esa idea de la exuberancia latina que ni es de tiempos remotos, ni cae del lado del pecado o la turbidez moral. Quiero hablarte, pensando en interesarte para que busques el lugar en tu próximo viaje a Roma. Quiero contarte algo del Barrio del Coppedè, un distrito del norte de la Ciudad Eterna que tiene el nombre de uno de los arquitectos que contribuyeron a urbanizarlo. Gino Coppedè, arquitecto, sí, escultor, también, y decorador por más señas.

El Baile de Diablos Malditos de Salou, el Ball de Diables Maleïts, en Tarragona, es una celebración popular que no te puedes perder, te la recomiendo. Es dinámica, es apoteósica, es efectista, seduce. Reserva tu mes de agosto para visitar Salou, en esta celebración de la Costa Dorada, porque viene a convocarse  cada año sobre la primera mitad  de ese mes.

Se trata de una fiesta con mucha tradición en el Levante español, que en Salou viene celebrándose de manera ininterrumpida desde 1999, aunque se sabe, por referencias históricas que ya de festejaba en la Corona de Aragón, nada menos que en 1150.

Los bailes de  diablos de aquellos días y  el de hoy de Salou siguen la misma lógica, la de escenificar en la calle la eterna lucha entre el bien y el mal. En Salou, los personajes que llevan el caos y el fuego a la calle están muy bien definidos.

Acercarse a una ciudad para conocerla a través de su historia, de sus monumentos, en muchas ocasiones nos da una imagen fija de una realidad que sólo podemos revivirla si hacemos un esfuerzo de empatía, por imaginar y comprender a las gentes que vivieron en un tiempo pasado.

Por esa razón, los viajes que se organizan para conocer a la gente de los lugares que visitamos y  participar de alguna manera de su convivencia representan una experiencia muchísimo más enriquecedora, tramada de emociones y vivencias, que, si nos han llegado a lo más hondo, recordaremos con placer.

¿Conoces la Catedral de San Pablo de Londres? Bueno, seguro que has oído hablar de ella, es parte de la iconografía de la capital británica e identidad en su skyline.

Muchos turistas que acuden a Londres la visitan en  su plan de viaje, es un fijo en todas las guías de Londres. Entran en el templo, escuchan las historias melosas y dramáticas sobre los inquilinos de las tumbas de Nelson, Wellington, Fleming  o de Lawrence  de Arabia, escuchan las explicaciones de los guías que les cuentan cómo el templo sobrevivió milagrosamente a los bombardeos alemanes de la Segunda Guerra Mundial o cómo se las ingenió su arquitecto Wren para hacer realidad los desafíos de la gran cúpula que corona el templo, la segunda más grande del mundo después de la de San Pedro de Roma.