La Vía Appia Antica fue una de las vías terrestres más importantes del mundo antiguo y la más famosa de las que salían de Roma y conectaban la capital con los confines más lejanos del Imperio Romano.

La Vía Appia fue construida en el 312 antes de Cristo y su impulsor fue Apio Claudio Ceco, que por aquel entonces era censor de Roma, un cargo que implicaba organizar las obras públicas de la gran ciudad. La Vía Appia fue el proyecto más conocido de Apio Claudio y conectaba Roma con el puerto de Brindisi.

La Vía Appia se construyó, como todas las vías romanas de su tiempo, sobre una superficie plana de tierra sobre la que se añadían piedras pequeñas unidas con mortero. Sobre esta superficie se colocaba grava que se cubría, a su vez, con piedras bien unidas que proporcionaban una superficie plana y estable para aquellos que viajaban por el camino.

Algunos historiadores han recordado que las piedras encajaban tan bien que era imposible meter la hoja de un cuchillo entre ellas. La obra se terminaba con zanjas a ambos lados de la vía y, en ocasiones, también se levantaban muros de contención para que el terreno circundante no afectara con deslizamientos a la solidez de la construcción.

La Vía Appia comenzaba en el Circo Máximo, pasaba por las Termas de Caracalla y, después, por la muralla Aureliana. En las proximidades de Roma, la Vía Appia estaba llena de tumbas. Al salir de Roma, el camino discurría recto a través de los suburbios ricos de la ciudad camino de los Montes Appianos y de las Lagunas Pontinas en la dirección de Terracina, una ciudad costera situada a 56 kilómetros de Roma. A partir de ahí, la Vía Appia seguía el camino de la costa oeste de la Península Italiana, concluyendo su trazado en Capua, teniendo su trazado original una longitud de 210 kilómetros.

Camino militar

La Vía Appia logró su objetivo principal, ayudar a trasladar los suministros militares allí donde se necesitaban y de una manera rápida. Algo que permitió no pocas victorias a las legiones romanas. En algún momento alrededor del año 295 aC, el camino se amplió hasta Benevenutum y, en los cinco años sucesivos, a Venusia y Tarento. Con el tiempo, la Vía Appia llegó a Brindisi, en la costa sureste de Italia a 560 kilómetros de Roma.

Como estaba prohibido enterrar dentro de los límites de la ciudad de Roma, muchos fueron los que eligieron los bordes de la Vía Appia como camposanto para sus difuntos. La clase dominante llegó a erigir monumentos funerarios para sus familias. A veces, esas tumbas parecen auténticas casas. Y sus formas varían, desde la apariencia de túmulos a la de pirámides.

La Vía Appia estaba llena de esos monumentos, muchos de los cuales continúan en su lugar. El más impresionante de todos es el Mausoleo de Cecilia Metella, la esposa de uno de los generales de Julio César. La tumba parece una auténtica fortaleza. Otras tumbas singulares son las de Marco Servilio, la de Romulus, hijo del emperador Majencio, la de Séneca, el filósofo romano, o la de Sexto Pompeius Justus. En esta última, se recoge una inscripción que habla de la tristeza de un padre que entierra a sus hijos pequeños. Otra de las tumbas significativas es la del emperador Galieno, que fue asesinado en el año 268.

Otros monumentos

Además de las tumbas, el recorrido de la Vía Appia incluye otros monumentos que se dejan ver bordeando la vía. Entre ellos, un Templo de Hércules, la Iglesia Quo Vadis, en la que se dice que San Pedro encontró a Jesús, o los restos de la iglesia gótica de San Nicola. La Villa dei Quintini, con sus baños antiguos, con sus hermosos frisos y esculturas, se encuentra cerca de la Vía Appia Nuova.

Cerca de la tumba de Rómulo, el hijo de Majencio, está el circo del mismo nombre, un gran estadio donde se desarrollaban carreras de cuádrigas. Junto al circo existió un palacio mandado a construir por el mismo emperador. El Circo de Majencio fue el segundo en tamaño de todo el Imperio Romano y el mejor conservado de todos los que nos han llegado.

Cualquier ruta por la Vía Appia comienza en Roma en la muralla Aureliana, en la Puerta de San Sebastián. La primera parte de la ruta, en sí, no es apropiada para la circulación de peatones. La ruta va hasta la Iglesia de Quo Vadis, hasta las Catacumbas de San Calixto y a las de San Sebastiano y a la tumba de Cecilia Metella. A partir de ese punto, el camino está bien pavimentado y es visible el aparejo romano con que estaba confeccionada. Se puede caminar durante muchos kilómetros y pasar junto a los restos de numerosas tumbas históricas romanas.

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Vía Appia.
Vía Appia.
Autor

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona. Periodista, redactor, comunity manager e informador gráfico, residente en Las Palmas de Gran Canaria, y colaborador en diferentes medios locales de las Islas Canarias y españoles.

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