El Ponte Santa Trìnita, el Puente de la Santísima Trinidad, es una obra maestra de Florencia. Las aguas que salva del río Arno fueron causa de sus repetidas destrucciones hasta que el genio y el ingenio de Miguel Ángel consiguió resolver la ecuación de un diseño que garantizara su supervivencia. Del Ponte Santa Trìnita dicen que es el más hermoso de Europa. Yo creo que sí.
La capilla Brancacci es un pequeño oratorio situado en el interior de uno de los templos de Florencia, la iglesia de Santa Maria del Carmine en el barrio de Oltranto. La capilla Brancacci es una joya del arte porque contiene pinturas de Masaccio y soluciones pictóricas que alentaron el desarrollo de la pintura del Renacimiento con una evolución que ha llegado hasta nuestros días.
Lo dicho, ¿quieres subirte al carro en Florencia? Se trata de una sugerencia literal. Es posible subirse al carro en la ciudad de Florencia, o casi, si visitas uno de sus museos menos conocidos, pero también uno de los más sugerentes para acercarse y conocer el estilo de vida cotidiana y no tan común de las clases altas italianas del Antiguo Régimen y del siglo XIX. Me refiero al museo de coches y calesas de Florencia, el Museo delle Carroze.
¿Te imaginas poder retroceder en el tiempo? ¿Codearte con caballeros en justas y torneos? Esa es la experiencia, la sensación, que le asalta al visitante de la Sala de las Armaduras del Museo Stibbert de Florencia.
La Iglesia de Orsanmichele, también conocida como San Michele in Orto (‘del Huerto’), es un templo antiguo del siglo XIV, tal como lo vemos hoy, construido en el centro de Florencia que en su día fue un almacén de grano para maíz.
Hace años visité Lucca, una ciudad mediana, de calles estrechas, medieval y renacentista, rodeada con una monumental muralla y situada a unos ochenta kilómetros de Florencia. Y, aunque no te lo creas, lo hice pasando precisamente por Florencia, pero sin parar en ella ¿Un pecado? Tal vez. Pero la experiencia de visitar Lucca me cautivó. Para mí, primero fue Lucca y luego, más tarde, Florencia.
Lucca es más pequeña, más ‘manejable’, se deja ver mejor que Florencia en un viaje de verano en pleno mes de agosto, llena de turistas que acuden a los mismos lugares y a las mismas horas.