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Londres

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¡Qué bien se lo montan los escoceses para promocionar su tierra! Te lo digo con conocimiento de causa.., y efecto. En los años treinta del siglo XX, cuando la Gran Depresión asolaba el país, se sacaron de la manga un monstruo lagunar. Sí, efectivamente, el Monstruo del Lago Ness que de vez en cuando se deja ver cuando los ciclos del turismo de  masas se desinflan. Lo de Nessie viene de lejos.

La campiña de los alrededores de la ciudad de Londres está llena de castillos señoriales que sus herederos intentan mantener desafiando los costes económicos de unos edificios catalogados como patrimonio histórico.

Te aseguro que a sus propietarios no les falta imaginación para hacer de esos conjuntos toda suerte de lugares atractivos que atraigan público para verlos. Es muy común que se alquilen para eventos sociales, para el rodaje de películas o que muestren exposiciones únicas.

De entre las viejas fortalezas del condado de Kent que he visitado, me quedo con el Castillo de Leeds, que tiene, agárrate, un pintoresquísimo Museo de Collares de Perros. Si nadie me dice lo contrario, creo no hay ningún otro igual en el mundo.

Londres tiene un museo que sólo se visita por invitación. Se trata del Museo del Crimen de Scotland Yard, situado en el mismo edificio de las nuevas instalaciones de la policía británica en Londres. Los que han visto sus contenidos dicen lo que hace ya tiempo que es leyenda, que su muestrario no es apto para todos los estómagos.

En Londres, puedes encontrar muchos monumentos y rincones que te pueden resultar chocantes. Como si estuvieran fuera de lugar. Una de esas estructuras es el Obelisco de Cleopatra, la también llamada Aguja de Cleopatra, situada en el distrito de Westminster.

En realidad, la pieza nada tiene que ver con Cleopatra, pero la cultura popular le cargó un afortunado sambenito que cuajó. En realidad, su labrado en piedra de Asuán se corresponde con el reinado del faraón Thutmosis III, que gobernó allá por el 1.450 AC. Y fueron los romanos, los que siglos después lo trasladaron de su emplazamiento original en la ciudad de Heliópolis a la costera Alejandría, tal vez para embellecerla, tal vez para llevarse el monumento por mar a un destino más noble.

Londres es una ciudad que se siente orgullosa de su pasado imperial, de lo que hicieron sus prohombres por la ciencia, por acercar lo remoto al estudio científico.

Así, Darwin es una estrella universal, Greenwich un lugar de peregrinación a un ombligo científico del mundo británico y el Museo de Historia Natural de la capital, un rastro de ese pasado esplendor cultural.

En otras partes del mundo, la museografía moderna ha dejado paso a una forma de mostrar el pasado natural en la que todo se toca, se huele, se mueve. Para vivir el conocimiento como experiencia.

La ciudad de Colchester es una ciudad inglesa del noreste de Londres, situada a algo menos de cien kilómetros de la capital. Es de esas ciudades medianas en las que lo inglés, las tradiciones y su historia, parecen mostrarse en cada calle, en cada rincón. En Colchester me quedo con su castillo convertido en un interesante museo.

El Castillo de Colchester me fascina porque es una gran componenda de pistas de trozos de la historia de Gran Bretaña.  Hay infinidad de detalles que lo convierten en un escenario principal de algunos de los sucesos que recogen los libros de historia.

El Támesis es el río más largo de Gran Bretaña, con 346 kilómetros, todos lo conocen por su tramo más urbano, el que atraviesa Londres y se deja pasar por más de cuarenta puentes, pero pocos visitantes que acuden a la capital se les ocurre buscar el lugar de nacimiento en la campiña del Condado de Gloucestershire, o como mínimo, ir aguas arriba para verlo más salvaje, turbulento y agresivo.

Pero en vez de proponerte acercarte a las fuentes del Támesis, prefiero indicarte una parte del río igualmente natural y con un atractivo especial, extensa para que disfrutes de una visita programada a tu aire, te propongo una visita al Estuario del Támesis.

¿Conoces la Catedral de San Pablo de Londres? Bueno, seguro que has oído hablar de ella, es parte de la iconografía de la capital británica e identidad en su skyline.

Muchos turistas que acuden a Londres la visitan en  su plan de viaje, es un fijo en todas las guías de Londres. Entran en el templo, escuchan las historias melosas y dramáticas sobre los inquilinos de las tumbas de Nelson, Wellington, Fleming  o de Lawrence  de Arabia, escuchan las explicaciones de los guías que les cuentan cómo el templo sobrevivió milagrosamente a los bombardeos alemanes de la Segunda Guerra Mundial o cómo se las ingenió su arquitecto Wren para hacer realidad los desafíos de la gran cúpula que corona el templo, la segunda más grande del mundo después de la de San Pedro de Roma.

Londres es una ciudad llena de contrastes. Tenemos un Londres estereotipado, clásico, típico, como cualquier ciudad europea con tradición; pero también podemos disfrutar de una ciudad por sus oportunidades de ocio, por los eventos que se darán cita, los periódicos o los extraordinarios, una ciudad para vivirla siguiendo el hilo argumental que guía nuestros gustos más personales.

Sólo hay que investigar un poco para dar con la medida de Londres a nuestra talla. Lo mismo se puede decir de los gustos por los lugares en los que alojarse cuando se viaja fuera.

Las entidades gestoras  del turismo en la ciudad de Londres explotan en los últimos años un cosmopolitismo que nada tiene que ver con la vieja y rancia idea del ‘britanismo’ de una capital que hizo el mundo  moderno que conocemos a golpes de industrialización, comercio marítimo y una visión propia del mundo que dominó en cinco continentes. Una ciudad que creó cosmopolitismos a imagen de sus intereses y necesidades allí donde gobernó Londres.