Pasear por los restos aún en pie de las murallas de Canterbury en una tarde soleada de verano es una experiencia grata. Una experiencia que ofrece al viajero la oportunidad de retroceder en el tiempo hasta la época romana para descubrir una ciudad inglesa que ofrece al visitante un patrimonio singular en las Islas Británicas.
Los romanos mantuvieron la actual Inglaterra como colonia hasta principios del siglo V. De este tiempo queda un testimonio vívido formado por objetos de uso cotidiano y un pavimento de mosaicos soberbiamente conservado en el centro de la ciudad de Canterbury. Elementos que forman parte del Museo Romano de Canterbury, visitarlo es como abrir una puerta al momento en el que los romanos cogieron sus maletas y se despidieron para siempre de Britania.
La Abadía de San Agustín de Kent, cerca de Canterbury, es una de las construcciones religiosas católicas más antiguas aún en pie de toda Gran Bretaña. Su construcción fue fruto de un arreglo político entre el Papa Gregorio I, San Agustín y un rey de Kent que vio una oportunidad de oro para convertirse en monarca británico tras una nueva fe. Y, de paso, convertir la Abadía de San Agustín en un panteón real.
La ciudad de Canterbury es una delicia para los viajeros que buscan conocer el patrimonio inglés del condado de Kent. Ubicada cerca de la costa del Canal, Canterbury siempre fue una ciudad de frontera. Primero, bajo la amenaza de los romanos, luego de los normandos, más tarde de los franceses y, por último, de los alemanes en la Segunda Guerra Mundial.