El barrio parisino de Montmartre se asocia a arte y cultura casi instintivamente. Y no es para menos, sus callejuelas fueron el refugio -o el cubil, en algunos casos- de los primeros años de muchos grandes autores, pintores, escritores, escultores, artistas todos de condición y espíritu. En Mormartre pintaron Dalí, Picasso, Van Gogh, Renoir, Toulouse-Lautrec, Degas, Modigliani o Monet. Todos en precario, y en sus inicios, cuando no tenían nombre.
Lo que sorprende al visitante de París -es un comentario típico- es el perfil físico del barrio. Y es que Montmartre está en una montaña que rompe la extensión llana del resto del centro de la ciudad. Su cima se cuelga a 130 metros de altura sobre la rasa del río.
Pero Montmartre tiene otra imagen fija que cualquiera reconoce, es la de la cúpula blanca de la Basílica del Sagrado Corazón, la Basílica del Sacré Cœur. La tienes en la foto de entrada de esta entrada (valga la redundancia) de blog. De ella, lLama la atención algo que no se ve, la basílica fue parte de una extraña expiación religiosa nacional francesa. Sintiéndose culplables y dolidos por la derrota contra los prusianos de 1870, levantaron el templo para recordarse a sí mismos que aquello no tenía que volver a pasar. Y, sin embargo, pasó (en 1940), pero eso es otra historia.
Poca gente sabe también que la iglesia con más valor es otra mucho más antigua, la de Saint Pierre de Montmartre en la que algunos especialistas aseguran que se fundó la Compañía de Jesús. Ya ves que hay mucho que descubrir en ese pequeño trozo de París.
Te cuento más. Montmartre no quiere decir ‘mi madre, monte de la madre o madre mía’ como también algunos graciosos suelen decir quejosos cuando suben las empinadas calles de esta zona de París. Montmartre viene de ‘Monte del Martirio’, porque en él se le dio hierro, o más bien hacha, a San Dionisio, patrón de Francia. San Dionisio era obispo de la capital allá por el año 250 y en Montmartre pasó a mejor vida. Algunos especialistas creen que Montmartre fue, además, el sitio elegido por las tribus celtas de la región de París para levantar un lugar sagrado para sus sacerdotes o druidas. La basílica y el martirio solo seguirían una senda de religiosidad que se pierde en la noche de los tiempos.
El gran cambio urbanístico de Montmartre llegó en tiempos de Napoleón III cuando se trazó un nuevo diseño de ciudad para el centro de París. Se entregaron parcelas edificables a algunos amigos del urbanista predilecto de Bonaparte, el barón Haussmann, y mucha gente tuvo que irse al extrarradio expulsada por el nuevo concepto urbano que se intentaba imponer. La gente humilde se fue a vivir a La Villete, a Clichy, pero también a Montmartre.
La ventaja de vivir en Montmartre es que se estaba cerca de París pero fuera de su término municipal y eso significaba no pagar impuestos al Ayuntamiento de París. Unas monjas con convento en la zona hacían vino. Nuevos vecinos llegados en masa, ausencia de impuestos y vino de monjas barato dieron lugar a una proliferación de tabernas y a una vida bohemia que atrajo y compartieron, como te decía, algunos artistas en ciernes de la época.
A Montmartre se puede llegar en autobús y gracias a un funicular que salva la altura del lado sur de la montaña. Pero, si te digo la verdad, no hay nada mejor que llegar al lugar con todas las de la ley, en una visita a París, guiadas y comentada. Así, no perderás detalle. Tours en París como los que te ofrece el portal Viajaraparis.com. Pica en este enlace para ver su oferta:
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Montmartre, un escenario para la bohemia de París.
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