Pièce d’eau des Suisses, la Parte de Agua de los Suizos, es una enorme extensión de aguas retenidas situadas en un estanque a cielo abierto en el lado sur del Palacio de Versalles. Recuerda el nombre de quienes excavaron el lugar para crear la balsa de agua, miembros de un regimiento de guardias suizos del rey Luis XIV que lo completaron entre los años 1679 y 1684.
El Gran Salón de los Espejos del Palacio de Versalles fue para muchos científicos -y algún que otro charlatán de turno- una verdadera subida a los altares de la ciencia. Y es que ese era el lugar elegido por los reyes absolutos de Francia para ver las últimas novedades de la ciencia de su reino.
Versalles es una localidad de algo menos de cien mil habitantes situada en las cercanías de París. Es mundialmente famosa por su Palacio de Versalles, lugar histórico de muchos de los acontecimientos del devenir de Francia a lo largo de los tiempos y residencia de la realeza. En el Palacio de Versalles vivió una nobleza cortesana, diletante que vivía para entretenerse e intrigar. Si las paredes del Palacio de Versalles pudieran hablar, nos asombrarían.
La Galería de los Espejos del Palacio de Versalles, a la que algunos entusiastas llaman la Gran Galería, es una estancia de decoración exuberante y fabulosa que tenía como único sentido maravillar a los visitantes que acudían a palacio.
Si me preguntaran cuáles son mis ciudades favoritas, sin duda alguna, me vendría inmediatamente a la mente la colosal ciudad de París, uno de los lugares más especiales y hermosos que he visitado, el cual posee un ambiente muy singular. Quizás por éstos y otros muchos motivos la ciudad de las luces ha sido escenario de multitud de películas que todos conocemos y es algo muy frecuente al visitar la ciudad el toparse con un rodaje (bien sea de una película, serie o spot) en plena la calle.
Los palacios fastuosos de Versalles, o los mismos castillos del Loira, siempre se me han antojado como grandes parques temáticos. Especialmente cuando se los visita en los días de agosto, cuando los turistas parecen hacer de las residencias algo parecido a un hormiguero. Y es que, cada año el Palacio de Versalles, por ejemplo, recibe una media de tres millones de turistas; los jardines, siete millones. Ahí es nada.
Las residencias reales, las de condes y duques, en un país como Francia orgulloso de su republicanismo, me parece que se han quedado como palabras sin voz para sostener cualquier discurso en defensa del papel de una vieja nobleza que hizo historia. Las grandes casas están, pero nada de lo que fue es. Todas me parecen, como digo, escenarios vacíos.
Y ninguna dependencia me inspira una sensación de vaciedad mayor que la que daba vida a las fuentes y cascadas de la propiedad de un primo del rey Luis XIV, Luis II de Borbón-Condé, los Jardines del Gran Condé en el Palacio de Chantilly.