La Galería de los Espejos del Palacio de Versalles, a la que algunos entusiastas llaman la Gran Galería, es una estancia de decoración exuberante y fabulosa que tenía como único sentido maravillar a los visitantes que acudían a palacio.
La Galería de los Espejos es una de las localizaciones más visitadas de Versalles y de París y su construcción fue un cambio radical de la concepción de ese espacio palaciego. Y es que originariamente, la Galería de los Espejos era una terraza abierta.
A instancias del arquitecto real Jules Hardouin se cambió entre 1678 y 1684 un espacio de circulación abierto entre dos zonas del Palacio de Versalles.
La Galería de los Espejos es realmente larga, mide casi como un campo de fútbol, 73 metros, por algo más de diez de ancho. A muchos de sus visitantes, la estancia les recuerda a un largo invernadero.
Y hay algo de cierto en ello, porque la serie ordenada de 17 ventanas hacen que por un lado desaparezcan los muros. El resto de la luminosidad del interior lo procuran en el otro extremo de la galería los 357 grandes espejos que dan nombre a la estancia.
Hay que recordar que en el siglo XVII los espejos eran difíciles de fabricar, y mucho más en el tamaño de los que se colocaron en las paredes de la galería. Difíciles de fabricar significaba también caros. El mensaje de opulencia, ostentación y poder de aquellos espejos de la monarquía francesa estaba claro.
Por si fuera poca la exhibición de lujo de cristales y espejos, se ofrecía otro espectáculo artístico, el de las pinturas, en este caso debidas al pincel de Charles Le Brun que dejó imágenes de la grandiosidad del reinado de Luis XIV. La Revolución Francesa le pasó factura a la Galería de los Espejos, los muebles menores y las estatuas que decoraban la sala simplemente ‘volaron’ en la rapiña que siguió al asalto al Palacio de Versalles.
La Galería de los Espejos ha sido durante todo este tiempo el espacio natural en el que exhibir la grandeza de Francia en reuniones políticas y sociales. En la Galería de los Espejos se casaron María Antonieta y Luis XVI, en la sala se proclamó en enero de 1871 el Imperio Alemán, tras la guerra francoprusiana. También se firmó en él el Tratado de Versalles en 1919 con el que se cerró la Primera Guerra Mundial.
La simbología francesa es muy visible en las paredes de la galería. Así, las pilastras de mármol de Rance llevan intercaladas flores de lis, atributos de la monarquía francesa, y gallos alusivos a la Galia, origen remoto de la nación francesa.
Ventanas oblongas con espejos adosados, columnas con una colección de motivos y personajes mitológicos, entrepaños de mármol verde son parte de la parafernalia secundaria del lugar. La vista no se escapa a la fascinación que se descuelga en cada rincón de la estancia.
Así, cualquiera que visita el lugar no olvida la serena presencia de los bustos de mármol y pórfido de emperadores de Roma. Ocho estatuas más, siete realmente antiguas, son un recorrido de la imaginería de los mitos clásicos. La lista incluye a Venus, a Baco, a Hermes, a otra Venus pudorosa, a Urano, a Diana y a Némesis.
No puedes ir a Francia, sin viajar a París, no puedes visitar París, si no vas a conocer Versalles y en Versalles es un pecado no verte en los cristales de la Galería de los Espejos.
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