La Galleria Umberto I de Nápoles es una histórica construcción comercial del siglo XIX que se ha adaptado muy bien al paso del tiempo. Hoy, es un centro comercial con sabor añejo, muy chic, que acoge a lo más selecto de las marcas de moda a nivel internacional. Pero no siempre fue así.
Su perfil tan chic resulta realmente sorprendente, si hacemos cuentas con su historia. La Galleria Umberto I se ha sacudido en las últimas décadas su fama de lugar de mala nota, de espacio de tabernas, riñas y delincuencia que recogiera el escritor Giambattista Basile en su novela ‘The Muses’ (‘Las musas’). El cambio definitivo llegó en los años ochenta del siglo XX cuando el entorno fue sometido a una profunda remodelación.
Lo curioso es que fue un tercer intento y, como se suele decir, a la tercera, la vencida. Y es que la Galleria Umberto I se construyó entre 1887 y 1890 como respuesta a la degradación de la zona en la que se habían producido diferentes brotes de cólera entre 1835 y 1884. La construcción de la galería comercial, impulsada por el mismo Gobierno italiano, quiso ser una medida higiénica con la que regenerar el lugar y dignificarlo para la ciudad de Nápoles.
La solución fue una galería comercial de cuatro brazos cruzados en un crucero central. La entrada principal, que da a Via San Carlo, consta de una fachada semicircular, que presenta un pórtico de arquitrabe bajo al que sostienen columnas de travertino y dos arcos ciegos, uno es acceso de la galería. Una serie de ventanas separadas por pilastras en los pisos superiores y en el ático proveen de luz natural al interior.
Decoración
La decoración es la que se debería esperar de una construcción burguesa dedicada al comercio: los temas de diferentes actividades humanas, las representaciones de la industria y el comercio, guiños a la abundancia y al progreso que unen las imágenes de los cinco continentes, al tiempo que se conecta con el pasado clásico con la enumeración en piedra de los dioses clásicos.
Cada uno de los cuatro accesos de la Galleria Umberto I ofrece lecturas independientes y originales de estos temas que exhiben una forma de pensar de un tiempo ya pasado, pero que siempre resulta interesante ‘leer’.
Sin embargo, la estructura que probablemente más llama la atención de la Galleria Umberto I es la bóveda. La bóveda, de hierro y cristal, fue diseñada por Paolo Boubée, y representa una fórmula acertadísima para combinar con la estructura de ladrillo, creando una unión natural entre las partes de mampostería y las de hierro. El papel de las ocho pechinas con figuras femeninas es decisivo en este sentido.
En el tambor de la cúpula se puede ver una composición con una aparente estrella de David, una licencia al papel de la Galleria Umberto I como lugar de reunión de una logia masónica, el Gran Oriente de Italia. En realidad no es una estrella de David, sino dos triángulos invertidos masónicos.
La Galleria Umberto I formaba parte de un proyecto de urbanización mayor del centro de Nápoles del tiempo en el que fue levantada. Ahí están otros edificios singulares e importantes de Nápoles con los que combinaba en funciones públicas y de ocio, como los cercanos Real Teatro San Carlo, el Palacio Real o la Basílica de San Francesco di Paola.
Y una nota también curiosa. La Galleria Umberto I de Nápoles acoge cada Navidad un curioso perchero para las esperanzas de los napolitanos. ¿Cómo? Se trata de una costumbre que lleva a chicos y grandes a colgar de un gran árbol de Navidad mensajes en los que escriben sus deseos para el año que comienza. Todo un símbolo de futuro para un edificio y un entorno urbano cuyo porvenir siempre estuvo en cuestión.
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