Las gentes de otros tiempos se las ingeniaban de mil maneras para hacer que la geografía, a falta de otras condiciones ventajosas, jugara a su favor. En tiempos convulsos, en épocas de razzias y rapiñas, la protección de un río, de un lago, vivir en lo alto de una montaña, podían ser la diferencia entre la seguridad y el caos, entre la vida y la muerte.

Construir murallas, levantar castillos o fortificar lugares no estaban al alcance de todos, por esa razón, las condiciones naturales de defensa de una geografía favorable valían su peso en oro. Y éso fue precisamente lo que le pasó a algunos vecinos de Cerveteri en el siglo VII que se liaron la manta a la cabeza y la abandonaron para encontrar un asentamiento que les ofreciera mejores garantías para vivir y prosperar.

En Ceri encontraron un macizo de toba formado por cenizas de un viejo volcán local que fue su salvación. Una acumulación de materiales volcánicos que formaron desde siempre una meseta y sobre la que se fueron levantando las casas y todo el pueblo, desde tiempos de los etruscos hasta hoy. En Ceri, sobre las trazas de ese volcán, los vecinos volvieron a nacer y encontraron la paz que buscaban. Por cierto, la distancia entre Cerveteri y Ceri actualmente es de 4.600 metros.

Como no podía ser de otra manera los expatriados de Cerveteri llamaron a Ceri Nova Caerum, siendo Caere Vetus el nombre antiguo de Cerveteri. El afloramiento de toba parece aún hoy una mole y llegar hasta el pueblo desde la zona baja deja a la vista el valor de la elección del lugar.

Ceri fue etrusca, romana y sufrió el paso de los bárbaros. Sin embargo, la primera noticia de Ceri como tal no se puede leer en un documento hasta la letra pequeña de una bula papal de Gregorio IX en 1236 que nombró a un obispo para la diócesis a la que pertenecía Ceri. Un comentario al margen, en una nota al margen de la pequeña historia local. Poquísimo, desde luego, pero éso le vale a la historiografía para poner a la localidad en el mapa de la historia.

Entre los siglos XIII y XIV, Ceri fue dominada por los normandos. La solidez del burgo de Ceri se puso a prueba en 1503 cuando sufrió un asedio de treinta días en las guerras civiles italianas del Renacimiento. A partir de ahí, Ceri fue comprada y vendida como una propiedad más de la nobleza romana hasta cuatro veces. Por turnos, la adquirieron los Angullara, los Borromeo, los Odescalchi y finalmente los Torlonia que aún siguen siendo los grandes propietarios del lugar. El último propietario privado que se hizo con ella fue el príncipe Alessandro Torlonia que la adquirió en 1833. Ceri se convirtió en este periodo en una especie de pueblo exclusivo de los Torlonia.

De todo ese pasado, ha sobrevivido, o nos ha llegado, un corto, pero muy interesante conjunto de conjuntos arquitectónicos que merecen la atención. Me refiero a algunas iglesias y al Palacio Torlonia, la casa de aquellos terratenientes locales. El palacio hoy sólo se utiliza para dar marco a bodas y banquetes nupciales y se alquila para congresos y conferencias de empresas. Su jardín botánico alberga algunas especies vegetales consideradas raras. Los viales situados en medio de los edificios del palacio parecen retrotraernos a tiempos medievales. Se trata de una experiencia muy evocadora.

En la lista de lugares que ver en Ceri, como digo, también hay que incluir media docena de iglesias que pueden asimilarse en una sencilla ruta por las calles de Ceri. Se trata de las iglesias de Nuestra Señora de las Candelas, de San Felice, del Buen Consejo, de San Sebastián con su pequeño cementerio anejo, y la Iglesia de Nuestra Señora de Carpineto.

Y nota curiosa, en la Iglesia de San Felice, según cuenta la tradición, se produjo el milagro del santo. Los bueyes que tenían que trasladar el carro con el cuerpo de San Felice a Roma se negaron a abandonar Ceri. El santo había sufrido martirio en el lugar y allí fue donde los animales decidieron que debía permanecer para ser venerado. Por voluntad animal. Parece.

La más importante de todas las iglesias, en cualquier caso, es la de Nuestra Señora de las Candelas y lo es por sus pinturas al fresco y por encontrarse en ella el último descanso del mismo San Felice.

Las pinturas fueron descubiertas de manera fortuita en 1980 en un templo que al parecer está levantado sobre otro romano dedicado a Vesta. Las pinturas están situadas en el lado derecho y representan escenas del ‘Génesis’, ‘La historia de Jacob, Josué y Moisés’, de ‘San Jorge y otros santos’, ‘La Crucifixión de San Andrés’ y ‘San Silvestre’. En el templo se guardan las reliquias del Papa San Félix II, nuestro San Felice el de los bueyes, que pasa por ser el protector del pueblo. La iglesia es hoy un lugar muy visitado por peregrinos, grupos escolares y muchos amantes de la cultura religiosa italiana a los que te puedes sumar.

Te animo a que te apuntes a visitar Ceri, mejor que mejor, si la incluyes en uno de los tours en Roma, como los que ofrece el portal Viajararoma.com, excursiones de un solo día en los alrededores de Roma y que tienen a Cerveteri y sus alrededores como una extensión. Sigue el enlace para ver todos los detalles:

http://www.viajararoma.com/ciudades-para-visitar-cercanas-a-roma/cerveteri/

Ceri.
Ceri.
Autor

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona. Periodista, redactor, comunity manager e informador gráfico, residente en Las Palmas de Gran Canaria, y colaborador en diferentes medios locales de las Islas Canarias y españoles.

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