La mayoría de los turistas que visitan París consideran que el Puente de Alejandro III es el más hermoso de la ciudad. Sea como sea, es el puente mejor y más adornado y el más opulento de París. Está dedicado a un zar y a una vieja amistad ruso-francesa.
La Défense es un distrito de oficinas de París, donde se sitúan las torres más altas de la ciudad, pero la zona es también un lugar emblemático de la ciudad por su arco, por su paseo y por su palacio conmemorativos. Es un espacio que no te puedes perder en una visita a París.
¿Conoces el Arco del Triunfo de París?, ¿no?. Pues no sabes lo que te pierdes. Es el mayor arco triunfal construido y un monumento principal de la nación francesa.
Vetheuil es un pequeño pueblo del norte de París, no muy lejos de Chantilly. El lugar y sus rincones sirvieron de inspiración a Claude Monet, uno de los pintores más grandes del siglo XIX. Monet buscó paisajes, luz y colores, entre las praderas y los márgenes del Sena. La casa en la que vivió sus ensoñaciones impresionistas entre 1878 y 1881 está en el pueblo y hay quien acude a verla por curiosidad o devoción intelectual. Sin embargo, la casa de alquiler de Monet no está habilitada como museo.
El Árbol de Diana es una maravilla natural, un coloso de la naturaleza, que crece en un parque al oeste de París, en la distrito de Yvelines y a dos pasos de Versalles y sus palacios. Se trata de un sicomoro plantado por una de las cortesanas favoritas del rey francés Enrique II, Diana de Poitiers. De ahí su nombre.
El Hotel de Postes de Chartres, la central de Correos de la ciudad, ofrece una acertada perspectiva de la época en la que se construyó. Fue diseñado por un arquitecto comprometido con la finalidad social de los edificios públicos, se levantó en una época de importantes cambios tecnológicos, y, en apariencia, sólo en apariencia, su perfil parece rememorar la estética caduca decimonónica de las viejas construcciones eclécticas. Pero sólo por fuera, la estructura del edificio de la central de Correos de Chartres se hizo entre 1919 y 1928 con un revolucionario armazón de hormigón armado, todo un desafío para su tiempo.
El edificio del Ayuntamiento de Versalles tiene un encanto especial, una distinción formal a la que no fue ajena la existencia de los grandes palacios de la ciudad a los que se quiso imitar.
En Mont Saint-Michel una pequeña ermita dedicada a Saint Aubert ofrece una imagen perfecta. Aislada en un extremo del peñón, parece escapar de él. Toda una alegoría. Pero la construcción medieval no lo cuenta todo a simple vista. Hay que repasar las leyendas del santo Saint Aubert para saber que ese lugar, precisamente ése, fue el sitio en el que nació su mística. Cuando una de sus proezas infantiles se hizo fama. Tumbó una piedra sagrada celta y gorda de una patada. Nada menos. De la piedra no queda nada, de su recuerdo, la ermita.
El Castillo de Chantilly ofrece un rincón muy curioso, un conjunto de viviendas bajas y una serie de zonas verdes que la envuelven, que fueron diseñados a finales del siglo XVIII con la finalidad de acoger y entretener a los invitados de la residencia y que hoy en día se considera un raro ejemplo de jardín anglochino.
Pièce d’eau des Suisses, la Parte de Agua de los Suizos, es una enorme extensión de aguas retenidas situadas en un estanque a cielo abierto en el lado sur del Palacio de Versalles. Recuerda el nombre de quienes excavaron el lugar para crear la balsa de agua, miembros de un regimiento de guardias suizos del rey Luis XIV que lo completaron entre los años 1679 y 1684.
Las vidrieras de la Catedral de Chartres son un monumento a la capacidad humana de innovar y a la de armar ilusiones y esperanzas por una causa. Cristales que cuentan historias santas, pero que también esconden otras menos nobles. Vidrios decorados con un azul imposible que son testimonios de una revolución que cerró tinieblas y abrió luz y color para un nuevo tiempo y una nueva fe. Así te lo cuentan los cristales de Chartres.
¿Conoces la porcelana de Chantilly? Fue un artículo de lujo que volvió a nacer en Francia en el siglo XVIII con innovaciones químicas que mejoraron los diseños de las piezas tradicionales orientales. El Castillo de Chantilly guarda una importante colección que es un espacio de referencia para quienes disfrutan con estas pequeñas obras de arte con sabor histórico.
Versalles te ofrece un museo, una exposición única, que literalmente te tocará las narices. Se trata de la Osmoteca, una biblioteca de perfumes en la que podrás encontrar aromas históricos, perfumes de reinas y de emperadores, olores que te llevarán a un mundo de esencias.
El Gran Salón de los Espejos del Palacio de Versalles fue para muchos científicos -y algún que otro charlatán de turno- una verdadera subida a los altares de la ciencia. Y es que ese era el lugar elegido por los reyes absolutos de Francia para ver las últimas novedades de la ciencia de su reino.
La Galería de los Espejos del Palacio de Versalles, a la que algunos entusiastas llaman la Gran Galería, es una estancia de decoración exuberante y fabulosa que tenía como único sentido maravillar a los visitantes que acudían a palacio.
Para verde y en París, el Bosque de Boulogne. El Bosque de Boulogne representa uno de los atractivos verdes y naturales de París más allá de su mala prensa nocturna. El Bosque de Boulogne es parte de la historia de París, e, indirectamente de la misma Francia. De esa conexión y de sus atractivos me gustaría hablarte.
Los palacios fastuosos de Versalles, o los mismos castillos del Loira, siempre se me han antojado como grandes parques temáticos. Especialmente cuando se los visita en los días de agosto, cuando los turistas parecen hacer de las residencias algo parecido a un hormiguero. Y es que, cada año el Palacio de Versalles, por ejemplo, recibe una media de tres millones de turistas; los jardines, siete millones. Ahí es nada.
Las residencias reales, las de condes y duques, en un país como Francia orgulloso de su republicanismo, me parece que se han quedado como palabras sin voz para sostener cualquier discurso en defensa del papel de una vieja nobleza que hizo historia. Las grandes casas están, pero nada de lo que fue es. Todas me parecen, como digo, escenarios vacíos.
Y ninguna dependencia me inspira una sensación de vaciedad mayor que la que daba vida a las fuentes y cascadas de la propiedad de un primo del rey Luis XIV, Luis II de Borbón-Condé, los Jardines del Gran Condé en el Palacio de Chantilly.
Francia es un estado aconfesional, sus ciudadanos hacen gala de ello, y, París, su capital, lo demuestra no haciendo ostentación de cultos o de encuentros religiosos en lugares públicos. La religión en París queda para dentro de las iglesias. Lo curioso es que la ciudadanía de París es multicultural, multirreligiosa, y, si bien, no hay una gran visibilidad en la calle de incluso las confesiones más mayoritarias, también es cierto que templos no faltan.